No conozco a nadie que consiga sus objetivos sin esfuerzos que nos resultan asombrosos. Siempre nos sorprenden las historias personales de los que triunfan y nos parece que la suerte se les ha aparecido para conseguir sus metas. Y no es la suerte, son las ganas y el deseo de alcanzarlo, es el esfuerzo; mirar hacia adelante, medir el obstáculo y no descansar hasta salvarlo.
Y sobre todo esta derrota no es huerfana , porque los que desaparecen no son los padres, los padres se quedan. Los padres no se bajan del carro, nadie se ha bajado del carro. El carro está a reventar y casi no cabe nadie más. El mismo carro del que no se bajo nadie hace cuatro meses, cuando se iba noveno, después de una derrota ante el mismo rival y se hacia fila en la puerta de la ambulancia. Ni ese día cundió el pesimismo, al contrario, ese día nos trajo hasta aquí. Diez equipos desearían estar en nuestro lugar y dos no les gustará encontrarse frente a nosotros.
Hasta aquí hemos llegado y no vamos a parar.
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